Arder, arder...
Si entre tus manos fuera
¡Qué caricia tan dulce de la llama!
¡Qué suavidad del fuego
que en la rama se encendía en primavera!
¡Quién pudiera en el centro de la hoguera
ser la llama en la que se inflamara tu voz!
Y que con ella me llamaras a arder
en la más cálida entrega.
Belén Sánchez Sánchez ©
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